En 1916, en la revista literaria Los Quijotes se publicaron algunos poemas, ejemplo patente de un modernismo epigonal y apasionado, firmados por Luciano de San Saor: este nombre masculino esconde en realidad a una autora que comenzó a dar sus primeros pasos en la creación literaria en una revista cuyas puertas se abrían en ese momento a las colaboraciones de nuevos poetas que se asomaban a la escena cultural. Lucía Sánchez Saornil había nacido en Madrid, en un hogar humilde, en 1895; a pesar de los escasos estudios en el “Centro de Hijos de Madrid” y de las responsabilidades familiares a las que se tuvo que enfrentar – al morir su madre se hizo cargo del cuidado de su casa, de una hemana menor y de su padre – cultivó la poesía y formó parte del movimiento literario de vanguardia. El padre tenía un modesto empleo como telefonista de la casa del duque de Alba y la hija siguió sus pasos empleándose desde 1916 en la Compañía Telefónica; al mismo tiempo sus inquietudes artísticas la llevaron a emprender estudios de pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta escritora no tuvo las posibilidades que, a pesar de las limitaciones impuestas a su género, tuvieron a su alcance otras escritoras de la época que, por lo general, pertenecían a familias acomodadas y podían frecuentar círculos intelectuales burgueses. Esta puede ser una de las razones que han mantenido a esta autora en la sombra, a pesar de que no falten los testimonios del aprecio que mereció por parte de destacados miembros de la literatura de vanguardia. Varios escritores le dedican menciones, poemas, semblanzas: en primer lugar hay que recordar el retrato que escribe de ella Guillermo de Torre destacando que Sánchez Saornil “orna nuestros frisos de avanzada y enciende sus palabras fosfóricas sobre el mármol polémico de nuestra mesa confraternal”. Estas palabras dan fe de la participación de esta autora en el movimiento ultraísta del que formó parte desde 1919; la mayoría de los poetas que dieron vida al Ultraísmo eran colaboradores de la revista Los Quijotes y seguramente por ese medio Lucía entró en contacto con el grupo y publicó en las revistas portavoces del movimiento como Cervantes, Grecia, Tableros, Ultra, Plural y Gran Guiñol. En sus primeras creaciones poéticas, escritas bajo seudónimo, se manifestaba un yo poético masculino que dirigía a un destinatario femenino versos apasionados, en los que el sentimiento se expresaba, con fina sensibilidad, según la poética del modernismo rubendariano. Su poética fue evolucionando al entrar en contacto con el ultraísmo y fue abandonando el seudónimo pasando a firmar sus creaciones con su verdadero nombre; aún en sus textos más vanguardistas, sin embargo, se puede observar una intensidad de sentimientos que la aparta de la frivolidad que caracteriza parte de la producción ultraísta, cuyas innovaciones practica manteniéndose fiel a su voz poética personal.
A finales de los años veinte Sánchez Saornil se acercó al movimiento obrero; participó en una huelga de la compañía telefónica en la que trabajaba, fue represaliada y se trasladó a Valencia. Finalmente dejó su trabajo en 1931. En esta etapa de su vida, la escritora comenzó una intensa militancia dentro del anarquismo: dejó de escribir versos y se dedicó a colaborar con la prensa libertaria. Publicó constantemente artículos en Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera de Barcelona, y C.N.T. de Madrid, periódico del que sería secretaria de redacción desde agosto de 1933. La escritora consideraba acabada su participación en la vanguardia, que criticaba como una expresión de una élite burguesa alejada de cualquier deseo auténtico de verdad e ignorante de las verdaderas condiciones de las clases trabajadoras. La pasión presente en sus versos, Lucía la vuelca ahora en sus artículos y en los discursos que pronunciaba en ocasiones públicas en las que revelaba notables dotes como oradora. En sus trabajos para la prensa destaca el interés que manifiesta por la condición de la mujer; sus puntos de vista, muy avanzados para la época, la llevaron también a enfrentamientos dentro del anarcosindicalismo puesto que ella planteaba la necesidad de una liberación de la mujer que no coincidía con la liberación del trabajador. Considerando que la cuestión femenina exigía soluciones específicas – a pesar de no declararse nunca feminista – en 1936 fundó, junto con la doctora Amparo Poch y Gascón y con Mercedes Comaposada, el movimiento libertario “Mujeres Libres”: los objetivos de la organización, que se persiguieron también a través de la revista con el mismo nombre, que se publicaría hasta 1939, se centraban en la emancipación cultural de obreras y campesinas para lograr una igualdad que incluyera la vertiente sexual.
Al estallar la Guerra Civil, Sánchez Saornil siguió colaborando con la prensa en defensa de los ideales libertarios. En 1937 se publicó su único libro de poemas Romancero de Mujeres Libres: en él se reúnen los romances escritos a lo largo de la contienda, en los que destaca el papel de las mujeres que participaron activamente en la defensa de Madrid; en 1938 publicó también un folleto, Horas de revolución, en el que se recogen artículos periodísticos aparecidos en la prensa en los primeros meses del conflicto.
Fue miembro del Consejo General de Solidaridad Internacional Antifascista y viajó a Francia para obtener ayudas para los combatientes. En 1937 se trasladó a Valencia donde trabajó como redactora jefe del semanario Umbral; aquí conoció a América Barroso, la que sería su compañera hasta la muerte y con la que compartió la etapa difícil y dolorosa que comenzó al terminar la Guerra. En 1939 ambas tuvieron que refugiarse en Francia, primero en Perpignan y luego en París, donde permanecieron hasta la llegada de los alemanes. Después de un periodo pasado en Montauban, donde, para sobrevivir, se dedicaron a retocar fotografías, volvieron a España. En 1941 o 1942 pasaron la frontera; América consiguió entrar legalmente, Lucía gracias a una estratagema. Al poco tiempo de haberse instalado en Madrid tuvieron que huir porque Lucía fue reconocida; se trasladaron a Valencia donde vivía la familia de América Barroso y donde se reunieron también con la hermana y el padre de Lucía.
No hay testimonios seguros de que los medios anarquistas supieran de la vuelta de Sánchez Saornil a España; lo más probable es que la escritora se mantuviese al margen de toda actividad política durante la dictadura franquista viviendo prácticamente en la clandestinidad. Condenada al silencio, la escritora no publicó nada hasta el día de su muerte, el 2 de junio de 1970. No publicó durante los últimos años, pero volvió a acercarse a la escritura poética; parece, según testimonios de una descendiente de la familia Barroso, que envió a la Argentina, en cuyo consulado trabajaba América, una colección de poemas para que se publicaran. La publicación nunca se llegó a realizar y los poemas se perdieron. Los únicos textos que se han conservado son unos poemas escritos cuando la autora ya estaba gravemente enferma de cáncer; y en los que vertió toda su angustia ante el fin inminente. Un profundo pesimismo caracteriza estos textos en los que se manifiesta, sin embargo, un inmenso amor a la vida y la búsqueda de una dimensión religiosa que le permita dejar una puerta abierta a la esperanza.
Margherita Bernard
Artículos de Lucía Sánchez Saornil