Halma Angélico es uno de los dos seudónimos –el otro es Ana Ryus-, utilizados por María Francisca Clar Margarit, nacida en 1888 en Palma de Mallorca. Después de un breve período pasado en Luzón, Filipinas, donde su padre ejerció el cargo de gobernador, la autora regresa a Madrid y, tras los estudios en el Sagrado Corazón, empieza a dedicarse al teatro, recitando (entre otros, junto con Jacinto Benavente en una representación particular del Don Juan Tenorio) y entablando relaciones de amistad y profesionales con algunos de los intelectuales, hombres y mujeres, más destacados de la época. Después de un matrimonio breve y desdichado del que nacieron dos hijos, y que acabó con una separación, Halma Angélico empieza a colaborar de manera continuada ya sea con periódicos (ABC, Blanco y Negro, Heraldo de Madrid) ya sea con revistas de prensa femenina (Mujer, Mundo Femenino y Cultura Integral y Femenina). Su compromiso se extiende a las actividades desarrolladas dentro del Lyceum Club de Madrid, conocida institución cultural femenina, del que fue la última presidenta; además nuestra escritora fue la vicepresidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) en enero de 1935, mientras ya desde tiempo atrás venía colaborando con Mundo Femenino, la publicación semanal de la asociación.
La ANME, fue la más importante asociación femenina española; fundada en 1918, estaba formada por mujeres que pertenecían a la clase media y que en su mayoría trabajaban en el ámbito de la enseñanza y de la educación; tenía unas bases fuertemente católicas y, sin embargo, su programa era muy avanzado en el campo de la defensa de los derechos de la mujer como madre, esposa, trabajadora, e insistía sobre todo en el reconocimiento de la igualdad jurídica y económica entre los cónyuges, tema clave para que las mujeres casadas obtuvieran una verdadera autonomía. De hecho nuestra autora colaboró también con otras organizaciones femeninas como la UME, Unión de Mujeres de España, que tenía una inclinación más bien de izquierda y cercana al PSOE, y eso demuestra que, más allá de cualquier interés político o ideológico, el objetivo principal de Halma Angélico era la defensa y la tutela de los derechos de las mujeres. Su posición se hizo más radical después del estallido de la guerra civil, cuando ingresó en la Confederación Nacional de Trabajadores, como muchos otros artistas de la época, ya que en la CNT se había integrado el sindicato que reunía a los que trabajaban en el mundo teatral. Después de la guerra nuestra autora estuvo en la cárcel durante tres meses debido a su pasado político, pero la pusieron en libertad sin que se formularan acusaciones contra ella. En lo sucesivo no volvió a publicar nada, y después de un largo aislamiento intelectual, al que se añadieron dificultades económicas y la amargura del olvido por parte de los críticos y de la gente del mundo del teatro, murió en Madrid en 1952.
Además de su intensa labor periodística Halma Angélico se dedicó al teatro y a la narrativa. Su producción teatral incluye Los caminos de la vida (1920) y Berta (1922), escritas como Ana Ryus y La nieta de Fedra (1929), Entre la cruz y el diablo (1932) y Al margen de la ciudad (1934). Sú última obra fue la comedia Ak y la Humanidad (1938), inspirada en el cuento ruso de Jefim Sosulia; tenemos conocimiento de la existencia de otra obra suya, La gran orgía que no fue representada y que no está localizable. Es también autora de dos volúmenes de cuentos El templo Profanado (Pro mater) de 1930 y La desertora (1932) así como de La mística: Estudio de almas (1929) y Santas que pecaron (Psicología del pecado de amor en la mujer) de 1935.
Halma Angélico fue uno de los miembros más destacados de la intelectualidad femenina madrileña de la primera mitad del siglo pasado; sus obras y sus actividades tuvieron un vasto eco en la prensa de la época. Sin embargo solo desde hace pocos años se ha empezado una labor de rescate de su figura después de más de medio siglo de olvido.
En su obra, tanto teatral y narrativa, como periodística, la autora se interesa por una serie de temas que ella considera prioritarios y que llegan a ser una constante en su producción: los derechos de la mujer, la maternidad, la autodeterminación femenina, matizados por un sentido religioso que convive con posiciones políticas a veces radicales. Sus batallas fueron especialmente dirigidas a la protección de las madres solteras y a la reforma del Código Civil por el que se regían las relaciones entre cónyuges, especialmente desfavorables para la mujer.
Durante toda su existencia pública Halma Angélico se situó entre posiciones católicas y batallas feministas, entre la defensa de valores conservadores y las reivindicaciones progresistas. Por eso se puede afirmar que de verdad esta mujer podía interpretar las muchas almas de una España que acababa de asomarse a las infinitas promesas de libertad e igualdad de la época republicana y estaba en plena trasformación
Ivana Rota
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