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Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

El 16 de septiembre de 1851 nació en La Coruña la hija única de los condes de Pardo Bazán, Emilia. Dada la amplitud de miras de su padre, don José Pardo Bazán, el carácter decidido de su madre, doña Amalia de la Rúa, y la posición de la familia, pudo disponer de comodidades, juguetes y libros.  Además, asistió en Madrid a un colegio francés como mediopensionista. Desde su infancia fue muy aficionada a  la lectura, con el beneplácito de sus padres.

Retrato de Doña Emilia Pardo Bazán por Vaamonde en 1894. Reproducción fotográfica del original exhibida por la Biblioteca Cervantes Virtual en http://www.cervantesvirtual.com/portales/ pardo_bazan/imagen_album/ imagen/fotos_imagen_04

 

En 1868, a los dieciséis años, hubo dos importantes acontecimientos para ella: se casó y estalló la revolución.  Su marido fue José Quiroga y Pérez de Deza, con quien se estableció temporalmente en Santiago de Compostela; pero se trasladó con todo el grupo familiar a Madrid cuando su padre fue elegido a Cortes, si bien continuaba acudiendo a Galicia los veranos. En la capital, se movió en rutinas elegantes, como ella misma explicará en sus Apuntes autobiográficos: “Todas las mañanas, visitas o picadero, a aprender equitación; todas las tardes en carruaje a la Castellana; todas las noches, a teatros y saraos; en primavera, conciertos Monasterio, y a la salida del concierto, a ver matar al Tato; en verano, Retiro por la noche; a caballo algunas veces a la Casa de Campo o la Ronda, y de higos a brevas, una gira a El Escorial o a Aranjuez”.

Cuando los conflictos políticos se vuelven asfixiantes para el patriarca, don José Pardo Bazán, la familia se instala provisionalmente en Vichy; desde allí, Emilia viaja por Francia e Inglaterra y  acude en 1872 a la Exposición Universal de Viena.

A su regreso a España, en 1873, se dedica intensamente al estudio y traba relación con muchos otros intelectuales del país. Cuando en 1875 nace su hijo Jaime, le dedica su primer libro de poemas; para entonces ya conoce el pensamiento alemán y es amiga de Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza; es él quien la anima a publicar el libro y le regala una edición de trescientos ejemplares. Según explica la propia escritora en sus breves memorias, en realidad ella había empezado a escribir versos de niña, cuando las tropas españolas volvían triunfantes de la guerra de África. La precocidad de Emilia es, en todo caso, indudable. Con apenas catorce años empezó a publicar en periódicos, folletos y almanaques sus primeros relatos y poemas; antes de los veintitrés años ya había esbozado varias piezas de teatro seducida por el drama romántico, y había anotado sus impresiones de viaje por varios países que recorrió con veintidós años:  Francia, Suiza, Italia y Austria, aparte de componer versos que quiso publicar en volumen con prólogo del famoso poeta Gaspar Núñez de Arce, pero que el conocido autor no llegó a presentar jamás.

Mientras su madre la ayuda con las tareas domésticas y familiares, Emilia estudia y escribe. No se entrega a las lecturas de mero entretenimiento, sino que estudia otros idiomas, profundiza en distintas corrientes filosóficas, lee a los grandes pensadores clásicos y alemanes… y sólo después, en una fase posterior, bucea en la literatura europea, y luego en la española. Las novelas de Galdós, según ella misma explicó más tarde, constituyeron en su trayectoria literaria un factor decisivo: contribuyeron a concentrar sus facultades creadoras en la narrativa.

Su reconocimiento público como escritora se inició hacia 1876, en que ganó el certamen celebrado en Orense en memoria de Fray Benito Jerónimo Feijoo. A partir de entonces se le abren las puertas de periódicos y revistas no sólo locales o gallegas, sino de ámbito nacional. Su tarea se multiplica, y sus artículos de índole diversa, sus cuentos, sus poemas, sus traducciones… aparecen en publicaciones diversas. Su primera novela publicada completa es de 1879: Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, que tardó en escribir apenas dos meses, y que se publicó por entregas en la Revista de España (Madrid) durante el año mencionado; mereció comentario benevolente del más reputado crítico de entonces, don Manuel de la Revilla. Al año siguiente, la joven escritora  dirige una revista cultural y literaria, la Revista de Galicia; pero además, en 1880 vuelve a Vichy y visita París, donde conoce a Víctor Hugo y lee a Zola: el afamado escritor romántico le produce la impresión de un vestigio del pasado, mientras crece su interés por el narrador naturalista. Y en 1881 aparecen dos obras suyas, muy dispares y las dos en buena prosa: Un viaje de novios y San Francisco de Asís; la primera, una novela que produjo sorpresa por su aproximación al naturalismo francés y el enjundioso prólogo que antepuso su autora; la segunda un estudio que atrajo el respeto de los eruditos sobre la escritora.

A lo largo de los dos años siguientes, trabaja retirada en Santiago de Compostela; prepara una Historia de la literatura mística española, pero escribe además unos artículos ligeros y batalladores sobre realismo y naturalismo para un gran periódico madrileño: el diario La Época. Esos artículos tratan un tema candente, La cuestión palpitante,  entre los literatos de entonces y lo hacen de forma clara, fundamentada y amena; levantan un enorme revuelo y son públicamente debatidos por numerosos autores de entonces, desde Juan Valera a Ramón de Campoamor o Luis Alfonso. Rápida y ruidosamente Emilia Pardo Bazán se hace célebre.

Estudia, viaja por Europa y escribe narrativa regularmente desde entonces. Ya es famosa dentro y fuera de España. Aparecen sus más reconocidas novelas – Los pazos de Ulloa (1886) y La madre naturaleza (1887); Una cristiana (1890) y La prueba (1891)- y también volúmenes que recogen sus impresiones de viaje por España o por Europa: Por la España pintoresca (1895) y  Por la Europa católica(1902), entre otros. Sus estudios también dan fruto impreso: Polémicas y Estudios literarios (1892) o  La Literatura francesa moderna(1910-1911), entre otros.   Además es el primer socio femenino de número en el Ateneo de Madrid y allí dio en 1887 una serie de conferencias que brindaron nuevas lecturas al público español: La revolución y la novela en Rusia; intervino en la organización y desarrollo del Congreso Pedagógico iberoamericano, donde presentó una ponencia sobre La educación del hombre y de la mujer: sus diferencias; editó y escribió personalmente una revista titulada Nuevo Teatro Crítico (1891-1893); dirigió una colección de volúmenes, la Biblioteca de la Mujer, que comprendía obras de María de Zayas, Stuart Mill, Auguste Bebel…, y fue figura habitual en tertulias literarias, teatros y paseos. Su popularidad era enorme, a lo que contribuía no poco su permanente presencia en la prensa. Desde sus años mozos colaboraba con revistas y periódicos locales; más adelante se sirvió de grandes diarios para manifestar sus ideas; y también colaboraba con revistas culturales y prensa extranjera. En muchas de estas publicaciones aparecieron crónicas, ensayos y cuentos de la condesa; casi todos sus cuentos, varios centenares, han sido recopilados por los estudiosos en la actualidad. La condesa es uno de los más brillantes y prolíficos cuentistas españoles de todos los tiempos.

Pese a todos sus éxitos y su fama, tuvo vedado el acceso a la Real Academia Española a causa de su sexo. Y eso que era una experta reconocida en lo que se refiere a la literatura española y europea: en 1916, el ministro de Instrucción Pública creó en la Universidad Central una Cátedra de Literaturas Contemporáneas para que ella la ocupara.

Emilia Pardo Bazán fue una escritora polifacética y una gran narradora. Su fecundidad literaria y su voluntad de trabajo la condujeron a cultivar la poesía desde su infancia o el teatro en sus últimos años; pero sólo en el periodismo, el ensayo y la narrativa obtuvo el aplauso español e internacional.

La obra narrativa de la condesa evoluciona a lo largo de los años y los estudiosos suelen reconocer hoy en ella varias etapas: una primera de carácter realista; otra que se desarrolla a partir de 1881 y está marcada por la aproximación al naturalismo; y otra que comienza con los años noventa y presenta matiz idealista o religioso. En este último período, el enfoque esteticista y la afinidad con el modernismo se hacen evidentes desde La Quimera, de 1905.

La incorporación de esta gran escritora a la prensa nacional e internacional constituye una constante a lo largo de toda su vida adulta. Desde 1882 figura su firma en un  diario madrileño tan relevante como La Época. Más tarde escribe para grandes publicaciones nacionales, sean diarios o revistas: El Liberal, ABC, Blanco y Negro, La Ilustración Artística, La Ilustración Española y Americana, Revista de España, La España Moderna y El Imparcial. Y además para grandes periódicos hispanoamericanos, como el Diario de la Marina de La Habana o La Nación de Buenos Aires.

Emilia Pardo Bazán murió en Madrid en 1921.

Carmen Servén Díez

 

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Información sobre el/la investigador/a

Profesora de Literatura española en la Universidad Autónoma de Madrid,primero en el Departamento de Filología Española y después en el de Filologías y su Didáctica, del que es Secretaria Académica desde 2009. Leer más>