Concha Espina es una figura relevante en la literatura y el periodismo de la primera mitad del siglo XX. Nacida en 1869, en Santander, manifiesta tempranamente su vocación literaria publicando sus primeros versos en 1888, en el diario santanderino El Atlántico, con el que colaborará hasta 1931. Perteneciente a una familia numerosa y acomodada, pronto deberá hacer frente a dificultades personales como la quiebra de la economía familiar y la muerte de su madre, en 1891, que la marcará afectivamente, o su conflictivo matrimonio, en 1893, en la localidad cántabra de Mazcuerras -futura Luzmela, universo de gran parte de su obra- con Ramón de la Serna, con quien marcha a Chile para atender negocios de su familia política. En Chile nacen sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor, comienzan las desavenencias matrimoniales y, para paliar problemas económicos del matrimonio, inicia sus colaboraciones en la prensa americana como El Correo Español de Buenos Aires. En 1898, la familia regresa a España, estableciéndose en diversos lugares cántabros, donde nacen los tres últimos hijos, de los que vivirán su hija Josefina y el pequeño, Luis. Ante los conflictos matrimoniales, sutilmente Concha prepara una separación de hecho, consiguiendo encontrar un trabajo para su marido en México, quedándose ella en España al cargo de sus hijos y viviendo de su profesión, la escritura, profesión que consolida cuando, en 1908, se establece definitivamente en Madrid, con largas estancias veraniegas en su casa solariega de Mazcuerras. Se introduce con facilidad en el mundillo literario y social madrileño: su firma está en las publicaciones periodísticas más destacadas, sus obras aparecen en los catálogos de importantes editoriales, la prensa general recoge atentamente las noticias de sus viajes y actividades y sus tertulias de los viernes alcanzan popularidad.
Autora de una amplia obra, cultivó todos los géneros, aunque fue en novela y cuento, donde alcanzó un prestigio respaldado por el favor de los lectores y reconocido por los premios y honores obtenidos a lo largo de su vida. Son de destacar, entre otros, los premios de la Real Academia Española (en 1903,1914, 1918 y 1924) y el Premio Nacional de Literatura, en 1926; igualmente, fue incluida como miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid, en 1914, y de la Sociedad Hispánica de Nueva York, en 1925; fue nombrada hija predilecta de Santander, donde, en 1927, se le dedica un monumento hecho por Victorio Macho e inaugurado por Alfonso XIII; en 1935, fue enviada por el gobierno de la República como embajadora extraordinaria de España en la celebración del Cuarto Centenario de la fundación de Lima; e, incluso, fue propuesta como candidata al Premio Nobel en tres ocasiones (1926, 1927 y 1928). Ya después de la guerra civil, en 1948, el pueblo de Mazcuerras, en su honor, adoptó el nombre de Luzmela, y a la escritora se le impone la banda de Alfonso X el Sabio. Finalmente, en 1950, recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
No obstante, rasgos de su estilo y su personalidad, como su fidelidad al realismo con abundantes elementos costumbristas y melodramáticos, lejos de las nuevas tendencias literarias, así como sus fuertes principios religiosos reflejados en su obra y, sobre todo, su giro ideológico hacia la Falange en 1934 y su apoyo al ejército franquista durante la guerra civil, han provocado un rechazo de su literatura en medios intelectuales y progresistas, dejándola injustamente al margen, incluso, en los estudios de la literatura femenina del siglo XX. Sin embargo, Concha Espina merece una revisión como ha hecho Elizabeth Rojas Aude en su estudio Visión y ceguera de Concha Espina: su obra comprometida, que destaca su lugar en la narrativa social de preguerra y en la defensa de los derechos de la mujer, siempre dentro del socialismo católico difundido a partir de la encíclica Rerum novarum que publica el Papa León XIII, en 1891. Este espíritu se plasma en la producción de Concha anterior a la guerra civil, pero destacan tres de sus novelas: La esfinge maragata (1914), sobre la mujer rural en tierras leonesas; El metal de los muertos (1920), implacable denuncia de la situación de los mineros en Riotinto; y La virgen prudente (1929), novela que sorprende por la modernidad de su protagonista, Aurora de España, nombre simbólico que anuncia a la nueva mujer española.
Su fuerte involución ideológica llega a partir de 1934. Concha Espina, que había recibido con entusiasmo la República, que figura entre los fundadores de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética en 1933, se acerca a la Falange, partido en el que militará, y durante la guerra, que pasa confinada en su casa de Mazcuerras, escribe encendidos panegíricos, más que a Franco, a su ejército y a la Falange, a la vez que ataca, no tanto a la República, como al comunismo. Así, en su diario Esclavitud y libertad. Diario de una prisionera (1938) y en sus novelas Las alas invencibles (novela de amores, de la aviación y libertad) (1938), Luna roja (novela de la revolución) (1939) y Princesas del martirio (1940). Sus últimos años, desde 1939, están marcados por la ceguera, que no le impedirá seguir escribiendo. Murió en 1955.
Como ya se ha apuntado, parte importante de su obra corresponde a su periodismo. Además de sus colaboraciones en la prensa hispanoamericana, como El Correo Español, La Nación, Caras y Caretas de Buenos Aires, la firma de Concha Espina aparece en numerosas revistas y diarios españoles, tanto locales como nacionales. Hay que distinguir, por un lado, sus cuentos que abundan en publicaciones españolas de gran difusión, como [el orden de los siguientes títulos es cronológico, según las colaboraciones de Concha Espina] El Día, El Globo, La Esfera, Los Lunes de El Imparcial, Lecturas, Nuevo Mundo, Por esos mundos, Estampa, Blanco y Negro, La Voz de la Mujer, etc. , y también en otras locales, o de menor difusión, como El Baluarte, Arco Iris, La Unidad Católica, de Sevilla; La Alhambra, La Publicidad, La Gaceta de Sur, de Granada; La Voz y Letras regionales, de Córdoba; La Correspondencia Militar, Voluntad, etc. Hay que recordar, igualmente, la presencia de los cuentos de Concha Espina leídos en la programación radiofónica, concretamente, de Unión Radio, como recoge la revista Ondas, entre 1926 y 1929.
Por otra parte, están sus artículos periodísticos, en los que se observan temas de actualidad –de los que buena parte contienen una crítica social, como su novela-, temas culturales, religiosos, de viajes, y, como nota general, destaca el cuidado de su escritura, con frecuente tono poético y lo que se puede denominar el “artículo-cuento”, es decir, la presencia de ciertos elementos ficticios que ayudan a ilustrar la actualidad referida. También en este apartado se distinguen los artículos en publicaciones –diarios y revistas- de ámbito nacional: Los Lunes de El Imparcial (entre 1918-1919), La Esfera (en 1924) Estampa (en 1928), La Libertad (entre 1926-1927), Blanco y Negro (entre 1932-1934); y su presencia frecuente en la prensa local: El Atlántico, La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés, de Santander; Baleares; El Noticiero, de Zaragoza; La Alhambra, de Córdoba; El último, de Sevilla; La Unión Ilustrada, de Málaga, donde colabora habitualmente entre 1912 y 1917; igual que en Vida manchega, de Ciudad Real, donde escribe entre 1912 y 1916.
Los artículos aquí seleccionados, de distintos contenidos, son “La ley del piropo”, publicado en La Unión Ilustrada (Málaga, 29-3-1914), donde la autora condena el piropo que puede ofender a las mujeres, pero, a la vez, defiende la caballerosidad de los hombres españoles, que beneficia a la mujer y que no se halla en lugares más avanzados como París; “Despedida sentimental. A una araña rubia”, publicado en Los Lunes de El Imparcial (14-10-1918), poético texto sobre su trabajo durante su veraneo cántabro; y “Costa azul”, publicado en Blanco y Negro (30-10-1932), donde compara los valores paisajísticos y culturales de Comillas y Sitges.
Ángela Ena Bordonada
Artículos de Concepción Espina y Tagle: