En los últimos años, la crítica viene prestando creciente atención a Concepción Gimeno, pero no hay una estimación unánime en lo que respecta a las líneas maestras de su posicionamiento ideológico y de su peculiar evolución. El hecho es que esta autora pertenece a una generación posterior al conocido grupo de escritoras “virtuosas” isabelinas, liderado por Ángela Grassi (1823-1883), Faustina Sáez de Melgar (1834-1895) y Pilar Sinués (1835?-1893), y si bien comparte con éstas su defensa del hogar doméstico como feudo y refugio de la mujer, se separa de ellas en su demanda de una cierta emancipación femenina. Siempre procuró defender a la mujer y mejorar la condición femenina a través de artículos, ensayos, novelas y conferencias. Se proclamaba partidaria de un feminismo moderado, pero ya entrado el siglo XX reclamó incluso la reforma de las leyes civiles y simpatizó con las que luchaban por el derecho al voto.

Ilustración para Concepción Gimeno de Flaquer. Es la portada de una de sus obras, La mujer española, en edición de Madrid, impresa por Miguel Guijarro en 1877.
Aunque Concepción Gimeno publicó novelas desde los inicios de su labor, dedicó sus más sostenidos y dilatados esfuerzos a la prensa, que se le ofrecía como medio adecuado para difundir sus ideas. Aparte de escribir su primer artículo (“A los impugnadores del bello sexo”, en El Trovador del Ebro, 7 de noviembre de 1869) con menos de veinte años y ya en defensa de la mujer, aparecieron muchos otros textos suyos del mismo signo en diversas publicaciones de años posteriores: La Mujer (Madrid), La Madre de familia (Granada), El Correo de la Moda (Madrid), El Mundo Ilustrado (Barcelona), Flores y Perlas (Madrid), y La Ilustración de la Mujer (Barcelona), entre otras. Pero además encabezó a lo largo de su vida varias revistas: fue directora y fundadora de La Ilustración dela Mujer, de la que luego se haría cargo Sofía Tartilán; dirigió una revista en México Distrito Federal, donde se instaló entre los años 1883 y 1890: El Álbum de la Mujer; y además se encargó en España junto a su marido de El Álbum Iberoamericano, donde tuvo una interesante sección fija titulada “Crónica femenina y feminista”.
María de la Concepción Pilar Loreto Laura Rufina Jimeno y Gil, que luego firmaría la mayor parte de su obra incorporando el apellido de su marido, nació en Alcañiz (Teruel) en 1850 o quizá 1852, puesto que hay discrepancias sobre este particular. Se educó en Zaragoza, y con veinte años se trasladó a Madrid, donde logró establecer contactos con el mundo literario. Accedió a la tertulia de la Duquesa de la Torre, donde conoció a Juan Valera y Carolina Coronado; y se ligó a las iniciativas culturales de Patrocinio de Biedma, Faustina Sáez de Melgar y Sofía Tartilán. En 1879 casó con Francisco de Paula Flaquer y Fraise, un periodista y empresario que fue director de la revista cubana La Aurora y de El Álbum Iberoamericano español.
Tras pasar unos años en España y Portugal, la pareja se instaló en México en 1883. Allí la escritora fundó y dirigió El Álbum de la Mujer, una revista que sirvió como puente cultural entre los dos lados del Atlántico y que incorporó en sus páginas firmas de escritoras y escritores españoles y latinoamericanos. Eran habituales en sus páginas autoras españolas hoy olvidadas pero muy conocidas en su época, como Faustina Sáez de Melgar y Josefina Pujol de Collado, entre otras. En la revista aparecieron además textos ya editados en España de autoras muy prestigiadas actualmente, como Emilia Pardo Bazán.
A su vuelta de América, Concepción Gimeno dirigió El Álbum Iberoamericano al menos entre 1890 y 1892, pero escribió para esta revista española también fuera de esos límites cronológicos, hasta 1909. La publicación reunía interesantes aportaciones misceláneas, incluyendo artículos científicos, literarios y también sociológicos o políticos.
Ya en la capital española, y presentada por Juan Valera, fue una de las primeras damas que intervinieron en el Ateneo Científico y Literario de Madrid, donde pronunció varias conferencias entre 1890 y 1903. Sus charlas fueron publicadas en volumen: Las culturas indígenas mexicanas, Civilización de los antiguos pueblos mexicanos, Mujeres de la Revolución Francesa, Ventajas de instruir a la mujer y sus aptitudes para instruirse, y El problema feminista. Además pronunció conferencias en el seno de otras instituciones españolas y extranjeras: Iniciativas de la mujer en higiene moral social, ante la Sociedad Española de Higiene, y La mujer italiana en el arte y en la historia, en la Associazione della Stampa de Roma, aparte de otras charlas en Latinoamérica.
Además de sus libros de carácter narrativo, Concepción Gimeno de Flaquer publicó ensayos vinculados a la mujer; uno de ellos, titulado En el salón y en el tocador: vida social, cortesía, arte de ser agradable, belleza moral y física, elegancia y coquetería, trata de temas considerados tradicionalmente propios de la mujer; pero el resto se dirige a mejorar la instrucción femenina y a contribuir al progreso social de la mujer; en este segundo grupo de escritos han de considerarse varios volúmenes como La mujer española, la mujer juzgada ante el hombre y Evangelios de la mujer, entre otras.
Sus novelas suelen girar en torno a una figura femenina modélica en tensión entre el ideario tradicional y la nueva situación, lo que frecuentemente implica un dilema moral central. Incluyen Victorina, El doctor alemán, Suplicio de una coqueta, Maura, ¿Culpa o expiación?, y Una Eva moderna. Hoy se considera que estas novelas, de intención didáctica y ceñidas a la tradición de ribetes folletinescos que cultivaron otras autoras inmediatamente anteriores, no son lo mejor de su obra; su programa reformista, esbozado en artículos y ensayos, constituye la mejor muestra de sus inquietudes y de su cultura, que incluía algunas nociones de filosofía, sociología y derecho. Por otra parte, es en sus ensayos donde transparenta su familiaridad con las creaciones de grandes autores literarios, desde Balzac a Zola, pasando por Pérez Galdós. Y el hecho es que su compromiso ético y social con la regeneración de la mujer cobra nitidez y profundidad a lo largo de su vida.
La crítica actual ha destacado el hecho de que Concepción Gimeno de Flaquer, que procuraba presentarse como una dama elegante y cultivada, profesaba un feminismo católico exento de estridencias. Toda su producción- artículos, ensayos, conferencias, novelas – responde a un mismo propósito de renovación femenina sin virajes violentos. Las tesis que defiende en sus volúmenes ensayísticos son las mismas que se abordan en sus novelas, y sus textos para la prensa se relacionan directamente con los publicados en volumen, tanto es así, que hallamos en las revistas y en sus libros mensajes idénticos.
Concepción Gimeno murió en Madrid en 1919.
Carmen Servén Díez
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